
Cambios…
Seguramente… andando por ahí en el desierto él se encontró con Don Mezcalito… al verlo sentado en una roca, fumando... se le ocurrió pedirle un favor. Que lo llevara a conocer otros mundos, otras realidades, experiencias inexplicables, irreales, fantásticas!
Cuando él se lo pidió, Don Mezcalito como es todo un caballero de palabra, le contestó que sí. Pero a cambio, le pidió algo, tenía que hacer un sacrificio, tenía que dejar de ser mundano. Él aceptó el trato…
Convinieron encontrarse en un lugar muy especial al amanecer - el lugar era un cerro donde solo había piedras y cactus de muchas formas mágicas y esplendidos colores – ahí, se encontraba Don Mezcalito, preparado con un morral lleno de una mezcla de polvos y carne seca, posiblemente de venado.
Después de un tiempo, llegó él, lo buscó entre la mediana obscuridad del amanecer y al encontrarlo, sintió un escalofrío tan profundo que le templó los huesos. Él estaba consciente que no había marcha atrás, que de hoy en adelante, las cosas no volverían a ser iguales, sentía miedo, pánico.
Al ver que llegaba él, Don Mezcalito se levanto de un salto sorprendente y lo invito a sentarse, justo frente a donde sale el sol cálido de la mañana.
En la montaña de enfrente, justo en el filo de la frontera, se podía ver una luz ligeramente azul que poco a poco se iba tornando anaranjada y después, roja… coloreaba las nubes dispersas que se podían ver.
Él se sentó con recelo, mientras Don Mezcalito preparaba una pipa de madera donde coloco los polvos ceremoniosamente, después, saco la carne seca y corto un trozo pequeño, se lo dio a comer a él y le dijo que solo sintiera, que no buscará sabor. Le dijo, solo siente el poder, no busques explicaciones…
Una vez tragada la carne, le dio la pipa de madera a él y le dijo que fumará tranquilamente, obedeció y empezó a fumar. El humo que salía de la pipa era denso, pesado. Después de unos minutos, termino de fumar y solo quedaban brazas incandescentes. Don Mezcalito le dijo que estuviera tranquilo, relajado.
En poco tiempo, él se transporto a otro sitio, de repente y sin darse cuenta, todo era luz a su alrededor, ya el desierto no se parecía, aquí todo fluía muy tranquilamente, solo se veían luces etéreas que se movían de un lado a otro.
Después de reconocer el lugar, se dio cuenta que el también era una luz, sin cuerpo, sin forma. Se empezó a mover y al encontrarse con las otras luces, se acordó de su pasado, un pasado difícil, donde solo había problemas y complicaciones, en ese momento se hizo consciente de la paz que imperaba en ese lugar.
Se sintió feliz, tranquilo, liviano, su corazón no era el mismo, no lo sentía; los sentimientos buenos y malos habían desaparecido, la soledad a pesar de ser abrumadora, no lo incomodaba, él solo quería seguir viendo y reconociéndose a sí mismo, en su entorno.
De repente, empezó a sentirse pesado, sintió como algo lo jaló desde adentro de él y a pesar de que él se resistió, la fuerza fue mayor y lentamente sintió como la luz, se fue apagando. Poco después, se encontró acostado en la arena suave y cálida del desierto, solo…
Al despertar, estaba tan desconcertado por lo ocurrido que solo pensó en correr…después de un tiempo sintió que no avanzaba… en un momento dado se sintió raro, miro a su alrededor y se dio cuenta que todo era enorme, las rocas eran gigantes, los cactus no se distinguían por su gran tamaño.
Se dio cuenta que ya no era él, pero que estaba en el mismo lugar donde empezó todo. Su cuerpo se había tornado azul, tornasol. Tenía muchas patas y un caparazón muy pesado. Busco a Don Mezcalito, pero no lo encontró. Él ahora era otro, diferente…
Siguió corriendo hacía donde se oculta el sol, esperando el nuevo amanecer, sintiendo que él nunca más sería el mismo, se sintió libre, inexplicablemente... nuevo.
Inspirado en los libros de Carlos Castaneda.